Publicado el 23/08/2025 en Latinoamérica
La tensión entre Caracas y Washington alcanzó un nuevo punto álgido tras el anuncio de un despliegue militar estadounidense en aguas cercanas a Venezuela. El presidente Nicolás Maduro reaccionó con dureza, calificando la operación de “inmoral, criminal e ilegal” y acusando a la Casa Blanca de buscar un cambio de régimen mediante la intimidación militar.
Estados Unidos movilizó tres destructores equipados con misiles guiados, submarinos, aeronaves de reconocimiento y cerca de 4.000 infantes de marina hacia el Caribe. Según el Pentágono, la misión se centra en reforzar la lucha contra el narcotráfico, en particular contra el denominado Cártel de los Soles, al que Washington vincula directamente con altos mandos militares venezolanos. En paralelo, el gobierno norteamericano elevó a 50 millones de dólares la recompensa por la captura de Maduro, a quien acusa de encabezar una estructura criminal transnacional.
Para el mandatario venezolano, este despliegue constituye una amenaza directa contra la soberanía del país y una violación flagrante del derecho internacional. En un encendido discurso, aseguró que “cualquier ataque contra Venezuela será considerado un ataque contra toda América Latina y el Caribe” y llamó a la unidad regional frente a lo que describió como una agresión imperialista.
Como respuesta, Maduro anunció la movilización de 4,5 millones de milicianos en todo el territorio nacional, en lo que denominó un “plan de paz para la defensa de la patria”. Estos cuerpos civiles armados, integrados a la estructura de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, tendrían la misión de reforzar la seguridad interna y disuadir cualquier intento de intervención extranjera.
La operación estadounidense se produce en un contexto de creciente presión internacional sobre Caracas, en medio de denuncias por violaciones a los derechos humanos, acusaciones de corrupción y la persistente crisis migratoria que afecta a millones de venezolanos en la región. Washington ha insistido en que sus acciones buscan frenar las redes de narcotráfico y fortalecer la seguridad hemisférica, pero en Caracas son interpretadas como un intento de desestabilización política.
El movimiento militar despertó inquietud en América Latina. Algunos gobiernos expresaron preocupación por la posibilidad de una escalada bélica en el Caribe, mientras organismos multilaterales hicieron un llamado al diálogo para evitar un enfrentamiento que podría tener consecuencias impredecibles para la región.
En el plano interno, el chavismo utilizó el anuncio para reforzar su narrativa de resistencia frente a “las amenazas externas”. Los discursos oficiales apelaron al nacionalismo y a la defensa de la soberanía, buscando cohesionar a su base social en un momento de marcada fragilidad económica y aislamiento internacional.
Por ahora, el despliegue estadounidense se mantiene en curso y la respuesta venezolana en máxima alerta. La comunidad internacional observa con cautela, consciente de que un error de cálculo podría desencadenar una crisis de seguridad regional sin precedentes recientes en el hemisferio.